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Título: Como flor en madrugada - Autor: Leamo

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Mensaje  Admin Miér Abr 07, 2010 11:15 am

Sentadas las dos al borde de la cama hablando de nuestra desdichas con los hombres,
del vacío que coincidencialmente nos llenaba ese día y del silencio que gritaba nuestra
aburrida soledad, la misma en la que solamente ella y yo nos entendíamos, nos hicimos
cómplices de nuestra desdicha mientras un suspiro profundo se metía en nuestros
huesos como el humo fuerte del cigarrillo al aspirar en una noche fría, le abrace, como
quien abraza un niño, su cuerpo macizo, grueso pero muy bien definido estaba tibio, la
separe un momento y le dije -Ya vendrán tiempos mejores. Y me sonrió, mientras su
mirada tierna enmarcada en su rostro redondo me miro por un segundo con ojos de
enamorada, la ignore, no a ella, solo a su mirada por que me hizo sentir un vacío en el
estomago, un frío helado que duro mas que aquel segundo, un vacío de placer o de
pecado que pronto mi consiente olvidaría pero que quedaría dando vueltas en mi
inconsciente, incrustado; ella se levanto y poso sus rodillas en el suelo frente a mi,
mientras descanso su rostro sobre mis piernas, mientras dibujaba círculos imaginarios
con sus dedos sobre la pijama que me cubría, -“La verdad es que si estoy enamorada
pero no se que hacer…” dijo al tiempo que levanto su mirada hacia mi y sus mejillas
blancas denotaron un rubor rosado, ahí, hincada de rodillas estiro su cuello hacia mi y
acercó sus labios color rosa cerca de los míos, su mirada estaba fija en la mía como en
una suplica, mi corazón comenzó a latir como una tromba de caballos galopando, mi
respiración se torno mas rápida y mi rostro se envolvió en un desconcierto de miedo,
placer, de ganas de abstinencia, hay estábamos las dos, a punto de cruzar una línea en
nuestras vidas una marca de las que uno nunca olvida, sus labios me miraban pero no se
atrevían, sentí su fuerte pulso cuando su pecho toco el mío, no lo rechace pero tampoco
le ofrecí los míos, inerte, extasiada, congelada, nunca me hubiera imaginado en esta
situación, es cierto, las mujeres nos miramos y nos podemos gustar pero nunca pensé
estar aquí; ella es hermosa, vestida de blanco, en un vestidito entero que termina en
mini, suave transparente como hecho para este calor que me sofoca, sus senos redondos
mas grandes que los míos, duros y suaves al tiempo, mágicos, tiernos y esbeltos, como
nos lo había visto antes? Dios que debo hacer! El calor del verano invadía todo el
cuarto, sudé, siento el borde de mis bragas frío eso solo significa que estoy sudando de
placer y de miedo a la vez, ahora tiemblo, lancé mis brazos hacia atrás buscando apoyo
en la cama y alejando mi rostro de ella, para desconcierto de mi mente cuerda y para el
placer de mi deseo escondido ella levanto sus rodillas del suelo mientras su rostro siguió
al mío, acercándolo, entreabriendo sus labios, suplicando con la mirada mientras yo casi
recostada seguía retrocediendo, sus muslos rozaron los míos, ya no puedo respirar, sus
senos saliendo del escote a un centímetro de los míos los roce, al poner mi mano entre
ella y yo en señal de un alto, un pare, un “No claves mas este puñal de placer en mi
mente, en mi vientre, en mis piernas temblorosas” pensé, pero no dio paso atrás, la
distancia de nuestras bocas aun era la misma del comienzo, era extraño por que no se
abalanzaba a la carne de mis labios, como esperando a que yo tomase mi decisión, cerré
mis ojos y en un instante mi mente dijo No! Y los abrí dispuesta a apartarla al mismo
tiempo que mis labios se abalanzaron locos hacia los suyos fundiéndose en un tierno
primer roce…

Enloquecí, mi mente revuelta en un corto circuito no entendía, ya no quería entender, mi
respiración estaba ausente mientras un calor recorrió mi cuerpo hasta posarse en mi
cabeza, mi boca contra ataco la suya pero esta vez en un beso de placer que duro el
tiempo que dura el conocer, saborear, experimentar sentir… respiramos, nos quedamos
mirando por un instante como cuando uno sabe que algo esta pasando pero a la vez esta
pensando en el paso a seguir, su cuerpo descansó recostado completo sobre el mío que
ya vencido ocupaba completa la cama, su pecho me apretó, sus muslos sobre los míos
sintieron la presión de las pelvis, levanté la mirada, acaricie su rostro y luego de un
momento ya no importo, nada importó, cedí, como la flor que abre sus pétalos ante el
sol de la madrugada y mis muslos se entreabrieron permitiendo entrar los suyos en los
míos, ya nada importó mas que aquel momento, baje mis manos por su espalda y
rozaron la curva de su cintura, el calor me ahogaba, sentí, palpe, inventarié sus formas
mientras sentía el relieve de sus bragas sobre su vestido, mis manos quisieron viajar mas
allá y entraron por debajo de su falda, ella sudaba también, la apreté contra mi buscando
exprimir todo su cuerpo en mi, roce sus encajes identificando su forma, metí mis manos
en ellas eran de color húmedo, calido, seguí mirando con mi tacto, soñando con mis
dedos, su encaje me invitaba, me incitaba, me excitaba, saque su vestido metiendo mis
manos en su ser y de un golpe le di la vuelta quedando en la cima de su vientre desnudo,
me perdí… adiós al miedo bienvenida a la lujuria de los cuerpos amantes, ahora era yo
quien besaba, quien buscaba, quien tocaba, quien lamía, quien sentía sus rincones
mientras mi boca se deslizaba hacia su vientre, hacia el cielo mismo guardado entre
bordados azules que no sabia si besar, rozar o arrancar… y la ame, la hice mía en un
grito de placer que retumbo en aquel cuarto; una y otra vez, envueltas en orgasmos color
rosa, esos que llegan a la histeria y te sacuden todo el cuerpo, un cosquilleo retumbando
en tu columna mientras sube a la cabeza, un frío en tu vientre y el cerebro ardiendo, así
como escribió el poeta “fundiéndome dentro ti mientras tocamos el mismo cielo”, asi,
hasta saciarnos las dos, sudando, jadeando, riendo, gritando, amando hasta quedar
fundidas, rendidas, acabadas con la piel cansada, dormidas, entrelazadas en una sola,
como dos náufragos abrazados en alta mar dependiendo el uno del otro hasta morir, así
la ame aquel día en que ella me amo y nuestros cuerpos desnudos hablaron lo que
nuestras bocas callaban hasta el anochecer.

Desde ayer no nos hemos vuelto a ver, tal vez necesitemos un tiempo para entender lo
que paso o tal vez me llame en un minuto, por que ella sabe como lo se yo que sin lugar
a dudas desde ayer tarde ya no podremos ser las mismas; yo por lo pronto sola en mi
terraza espero su llamada con mi cuerpo y alma dispuestos nuevamente, no me importa
si me juzgan, no me importa que dirán, me importa amarla como ella quiera, prefiero
que el mundo me juzgué a perdérmelo sin sentir correr la sangre por mis venas y darme
cuenta que a pesar de todo hoy estoy mas viva que ayer.

** Relatos publicados con el consentimiento de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial.

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