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Título: La inquietante sombra - Autor: Begok

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Título: La inquietante sombra - Autor: Begok Empty Título: La inquietante sombra - Autor: Begok

Mensaje  Admin Jue Abr 08, 2010 12:14 am

A pesar de tener todas las ventanas del apartamento abiertas y ser ya noche
cerrada, no corre nada de aire y el poco que se mueve está tan caliente como si alguien
hubiera dejado el horno abierto, así que, por primera vez en su vida, echa de menos
poder encender el aire acondicionado mientras duerme, algo que habitualmente no hace.
Pero está claro que Murphy es un cachondo y está jugando con él. Por la
mañana, en cuanto se levante, llamará a los técnicos del servicio de reparación para que
vengan a repararlo de una maldita vez, no piensa pasar la ola de calor sin el aire
acondicionado.
Totalmente desnudo sobre la cama, James suelta el aire lentamente, intentando
contener las ganas de levantarse y liarse a patadas con el maldito aparato que se niega a
funcionar cuando hay una temperatura de 37ºC a las 2 de la madrugada. Lleva más de
dos horas intentando conciliar el sueño, dando vueltas sobre las sábanas calientes y ya
húmedas por el sudor, así que opta por levantarse en busca de agua fría para refrescarse
un poco.
Ni siquiera se preocupa por encender la luz, así que camina con paso indeciso
hacia la cocina, guiándose por la luminosidad y el ruido del tráfico procedente de la
calle para llegar a la cocina. El frío del frigorífico le hace suspirar, deseando quedarse
frente al electrodoméstico, recibiendo la helada brisa sobre todo su cuerpo empapado en
sudor.
Cuando el agua se desliza por su garganta, tan fría que siente como si le clavasen
alfileres, nota tanto alivio que suspira de nuevo, apoyándose sobre la encimera, frente a
la ventana para captar la leve brisa. A pesar de que el aire que acaricia su piel es
caliente, permanece allí, de pie, observando las luces de los coches que circulan por la
calle y las de los luminosos de las tiendas reflejándose en el cristal.
Su mirada se pierde en el edificio del otro lado de la calle. Aunque lleva años
viviendo allí, ni siquiera ha reparado en que la fachada del edificio de enfrente hay
pequeñas figuras de piedra adornando los salientes. Tal vez debería de prestarle más
atención a algunos detalles en lugar de ir corriendo a todas partes.
Está a punto de volver al dormitorio con su botella de agua helada cuando, por el
rabillo del ojo, ve una sombra que le hace detenerse de golpe para prestarle más
atención. Fija la mirada en ese punto, la ventana de un dormitorio iluminado con una
brillante luz blanca. Durante casi un minuto observa la nada, intentando descubrir qué le
ha llamado la atención.
Y entonces aparece.
Convertido en una sombra por culpa de la cortina que permanece parcialmente
corrida, un hombre entra en el dormitorio. Su silueta se recorta contra la tela, resaltando
los contornos de su cuerpo. Algo, delgado pero fibroso y con una espesa melena que cae
sobre sus hombros con una cascada de rizos que se agitan con cada paso.
No puede verle con claridad, tan sólo su figura dibujada a contraluz, pero es
suficiente para quedarse hipnotizado con esa imagen, así que permanece apoyado en la
encimera, observando la ventana y a la silueta moviéndose por la estancia con paso
seguro. El hombre se acerca a los ventanales haciendo que su cuerpo se recorte con más
nitidez en las cortinas, así que James no tarda mucho en darse cuenta de que su vecino
está totalmente desnudo.
Y saberlo le excita aún más.
Por alguna extraña razón, a las 2 de la madrugada, con ese calor infernal y sin
aire acondicionado, observar a un desconocido le parece la mejor idea que ha tenido, al
menos la mejor forma de hacer que la noche sea más llevadera. Ya que está dispuesto a
pasar calor, al menos lo sufrirá por una buena causa.
Unos minutos después de que descubriera ese entretenimiento, el hombre se
tumba en una especie de diván con un vaso en una mano y el mando a distancia en la
otra. A James se le ocurren unas cuantas cosas que pueden hacerse en esa otomana y en
todas se incluye mucha saliva y más lengua.
No le ha visto por completo, pero en su cabeza la piel de ese hombre tiene un
tono dorado propio de quién acaba de regresar de una paradisíaca playa del caribe con
increíbles hombres semidesnudos… o completamente desnudos, su cabello es castaño
con reflejos rubios a causa del sol y sus ojos son dos tizones negros y profundos. Le es
más fácil fantaseara con él si es capaz de imaginar un rostro.
Mientras imagina a qué sabrá la piel del desconocido, James no aparta la mirada
de la ventana. El objeto de su interés deja el vaso y el mando sobre la mesa que tiene a
su lado y pone un brazo bajo su cabeza mientras el otro descansa sobre su estómago. A
James empiezan a cosquillearle los dedos por el deseo de acariciar esa piel que imagina
suave y tersa y se lame los labios, pensando cómo sería sentirla también sobre ellos.
James recorre su abdomen con lentitud, imaginándose que es ese otro hombre
quien le acaricia, haciéndole estremecerse ante el cálido contacto de la mano sobre su
piel. Se fuerza a no caer en la tentación de cerrar los ojos para concentrarse en las
sensaciones y permanece con la mirada fija en la ventana. A James se le escapa un
gemido de sorpresa cuando ve cómo el desconocido comienza a acariciarse, bajando su
mano hasta su entrepierna.
Sólo hacen falta unos minutos para que, a través de la cortina, pueda entrever la
silueta de una erección alzándose orgullosa. Su propia excitación aumenta ante la visión
mientras maldice entre dientes la existencia de esa tela que le impide observar a su
vecino. Daría cualquier cosa por no tener que usar su imaginación cuando la tentación
está tan cerca.
Sobre el diván, el desconocido se arquea, aumentando el ritmo de sus caricias,
abriendo más las piernas para tener más acceso. Puede que sea su imaginación, pero a
James le parece que el vecino está jugando con su agujero con la otra mano. En su
cabeza empiezan a agolparse imágenes que le hacen gemir mientras sigue
masturbándose.
Cierra los ojos y deja que las imágenes que su imaginación le está regalando se
desarrollen en su cabeza. Se imagina entrando en ese dormitorio que ha intuido tras las
cortinas, acercándose al diván y agachándose para lamer las gotas de sudor que sabe que
han empezado a formarse en su clavícula. Las sensaciones son tan intensas que incluso
puede notar el sabor salado en su boca.
Imagina que los dedos que presionan su erección no son los suyos si no los de
ese hombre de melena rizada, tocándole como a él más le gusta. James fantasea con
sentir el tacto de otra mano sobre su cuerpo mientras su boca recorre un torso fibroso y
cuidado, acercándose cada vez más a una potente erección.
Entreabre los ojos para mirar de nuevo a la ventana del edificio de enfrente. El
hombre tiene la cabeza levantada y el cuerpo en tensión mientras sigue masturbándose,
cada vez más rápido. James resiste la tentación de imitar el ritmo y se acaricia
lentamente, alargando las sensaciones, disfrutando de las oleadas de placer que van
extendiéndose por todo su cuerpo, desde sus pelotas a los dedos de los pies.
Deja que su imaginación vague sin ponerle cortapisas. Fantasea con inclinarse y
engullir esa erección y se lame los labios, anticipando el sabor y la sensación de
plenitud. Imagina cómo sería jugar con su entrada, usando la saliva para que su dedo se
deslice en su interior en busca de su próstata. James se estremece, pensando en lo
increíble que es sentir cómo estimulan ése punto tan sensible de su anatomía.
Para acallar los gemidos y jadeos, James se muerde el labio tan fuerte que
comienza a sentir el regusto metálico de la sangre. En su cabeza, ese sabor se mezcla
con el del líquido pre seminal de su vecino y su mano se crispa sobre la encimera, su
único apoyo para no caer cuando comienza a embestir contra su palma
descoordinadamente.
Juega con su pulgar sobre la punta de su pene, imaginando que lo hace sobre el
del desconocido con la lengua. Usa su líquido pre seminal como lubricante para que su
erección se deslice más fácilmente sobre su palma, presionando en los lugares que le
hacen gemir.
A través de sus pestañas y a pesar de su cabeza ladeada, puede ver a su vecino,
dibujando un escorzo sobre el diván mientras se corre sobre su estómago. Su
imaginación incluye unos jadeos que no oye pero intuye a juzgar por cómo su melena se
agita con cada espasmo de placer que recorre su cuerpo.
Su propio orgasmo comienza a formarse en la base de su columna vertebral,
recorriendo rápidamente su cuerpo, hasta que estalla en violentas sacudidas sobre su
mano, manchándole los dedos de semen mientras escucha el rugido de la sangre
corriendo por sus venas en sus oídos, acallando sus propios gemidos.
Usa uno de los trapos que hay sobre la encimera para limpiarse, tirándolo luego
al suelo para acordarse por la mañana de dejarlo en el cubo de la ropa sucia.
Boquea en busca de aire, intentado regularizar su respiración, siente la boca seca
y le da un trago a la botella que había ido a buscar, pero el agua está ya caliente, así que
la descarta y coge otra de la nevera, agradeciendo, una vez más, el frescor del líquido
descendiendo por su garganta.
Cuando cierra la puerta del frigorífico, no puede evitar echar una mirada a la
ventana del edificio del otro lado de la calle, la que le ha facilitado una fantasía de lo
más caliente. El hombre se levanta y se acerca al ventanal, apartándose la melena de la
cara.
James se gira en cuanto el hombre comienza a descorrer la cortina. No tiene ya
ningún interés por ver su rostro, sea cual sea, no será mejor que el que le ha otorgado su
imaginación. Mientras siga siendo una sombra en una calurosa noche de agosto en la
ciudad de Nueva York, podrá recurrir a ella siempre que quiera.
Antes de volver a la cama, James decide darse una ducha. Si no conseguía
dormir antes de intuir a su vecino desnudo masturbándose, duda que lo logre después de
que su imaginación le haya regalado imágenes para fundir el Polo Norte en unos
segundos.

** Relatos publicados con el consentimiento de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial.

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