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Título: La 415 - Autor: Selenita

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Mensaje  Admin Miér Abr 07, 2010 11:44 am

A principios de septiembre, cuando ya han pasado los exámenes, el instituto está
vacío. Se convierte en un sitio totalmente diferente al que es cuando los pasillos están
llenos de gente, los ordenadores y las luces están encendidas y las clases están
ocupadas. Pero a mediados de septiembre hay una especie de pausa, de unos pocos
días, el paréntesis entre el final del curso anterior y el principio de este. La gente que
si está por allí esos días son, generalmente, personal de administración, que a últimas
horas de la tarde se reduce a un puñado de gente en un sitio acostumbrado a cientos.
Yo durante esos días estaba trabajando allí seis horas cada tarde, aunque había muy
poquita cosa que hacer. Estábamos dos alumnos por la mañana y otros dos por la
tarde. En mi turno había un chico que había venido a clase conmigo toda secundaria,
un poco calladito, pero con el que me llevaba bien. Aunque se le veía tímido decían
por clase que gustaba mucho a las chicas y que de hecho se había tirado a varias de la
clase. Durante esas tardes teníamos poco más que hacer que estar hablando los dos.
Cuando ya no pegaba el sol salíamos fuera y nos sentábamos en un banco a esperar a
que pasaran las horas. A medida que cogíamos confianza yo me entretenía
preguntándole por aquellas chicas de la clase, y me reía de su mal gusto.
Una tarde tuvimos que ir a comprobar una cosa en el aula 415. A esas horas no había
nadie en toda la planta y hasta las luces del pasillo estaban casi todas apagadas. Es
una sala de reuniones y sólo teníamos que asegurarnos de que estaban bien
enchufados todos los cables del ordenador. Yo había dormido muy poco aquella
noche y estaba muy cansada y mientras esperábamos a que arrancara el ordenador me
tumbé encima de las mesas. Las mesas de la sala de reuniones son grandes y están
todas juntas, formando un círculo. Aún hacía calor esos días y llevaba puesto un
vestido con una falda corta, con mucho vuelo. Al tumbarme se me veía todo, pero me
hacía un poco de gracia que mi compañero se incomodara un poco. Se sentó detrás de
mí, así que apoyé la cabeza en sus piernas. No me dijo nada pero yo creo que se
estaba poniendo un poco nervioso y sólo decía tonterías. Yo me puse a hablar sobre lo
mucho que había tomado el sol durante el verano y le enseñaba las piernas para que
viera lo morena que estaba. “En realidad la parte de más arriba no está perfecta, tengo
la marca de los pantalones cortos.” Me subí la falda para que pudiera ver lo que le
estaba explicando. En realidad apenas tenía marca y me dijo que tenía un color muy
bonito. Yo estaba aún tumbada encima de sus piernas y el ordenador ya estaba
encendido pero ninguno de los dos nos movimos. No había nada que hacer y se estaba
bien allí. “En realidad dónde estoy más morena es en la tripa…” Me pidió que se la
enseñara. Yo llevaba puesto un vestido así que para enseñarle la tripa tenía que
subírmelo del todo. Me entró un poco la risa pero llevaba ropa interior bonita, de
color rosa oscuro, que quedaba muy bien con el moreno. Así que me levanté del todo
el vestido. Cuando lo tenía otra vez bien puesto no sé de que nos pusimos a hablar
pero a él se le veía rojo y me pregunté si se le habría puesto dura. Apoyé las manos
como para levantarme para poder comprobarlo. Era difícil de saber con los vaqueros
puestos sin que quedara demasiado descarado pero yo diría que sí la tenía bastante
dura. No habíamos encendido las luces pero aún no se había hecho del todo de noche
y entraba un poco de luz por las ventanas. Le pregunté si el estaba moreno también y
le levanté un poco la camiseta para mirar. Me reí de lo blanquito que estaba y se
defendió diciéndome que tenía un poco de marca. Se intentó desabrochar el primer
botón de los vaqueros para enseñarme la línea pero era uno de esos botones que son
muy duros de quitar y yo creo que de los nervios no le salía. “Lo haces a propósito,
¿no? Para que te tenga que ayudar…” Sin dejarle contestar le desabroché ese botón. Y
sí que la tenía dura sí. Me olvidé de la marca y desabroché los otros dos botones de
forma que su erección se hizo mucho más obvia. Hace unos momentos estaba muy
cansada pero encontrarme con una polla tan dura tan cerca de la boca me resulta
completamente irresistible. Miré a mi alrededor por si había algún tipo de cámara en
el aula pero lo único que había era un sensor de movimiento, y dudaba mucho que
nadie se molestara en subir hasta allí a ver que hacíamos. Todavía encima de la mesa
me arrodillé delante suyo y aparté los calzoncillos para descubrir un dulce delicioso.
Hay gente que dice que todas las pollas son feas pero están muy equivocadas. Esta era
de las más bonitas que había visto nunca. Antes de metérmela en la boca la exploré
con la lengua y con los dedos, me encanta la forma en que se estira la piel cuando
están así de duras. Él estaba confundido y nervioso por estar en un sitio como aquel
pero no podía resistirse. Seguía sin llegar a metérmela en la boca y notaba cómo se
convulsionaba de deseo. Cuando se la chupé empezó a gemir de placer, pero después
de muy poquito me aparté. “¿Y yo qué?” Le cogí la mano y la conduje despacio por
debajo de mi falda. Cuando notó lo húmeda que estaba me metió dos dedos un
poquito, solo las puntas. Me tumbé delante suyo y con la cabeza bajo la falda empezó
a pasar la lengua por todas partes, los dos dedos un poquito más dentro cada vez.
Después subió hacía arriba lentamente, como no llevaba sujetador le resultó muy
fácil apartar el vestido para chuparme los pezones. Lo hizo con mucha delicadeza y
me entraron unas ganas horribles de que me metiera aquella polla tan bonita y tan
dura. Le atraje hacia mí y me la metió con facilidad, es increíble como algo tan
grande puede entrar tan fácilmente. Yo todavía estaba encima de la mesa y el estaba
de pie, de espaldas a la puerta. La puerta es medio transparente y mientras empezaba a
moverse dentro de mí no dejaba de ladear la cabeza preocupado por si pasaba alguien,
o excitado por la idea tal vez. Mis pezones asomaban por el vestido y me gustaba que
los rozara con el pecho mientras se movía muy despacito. En un momento llegó a
pararse del todo, y dejarla allí, dura y enorme. Me besó los pezones y el cuello y por
fin en la boca. Fue un beso largo, húmedo y perfecto y después de eso me tumbó
encima de la mesa con agresividad y, poniéndose encima me empezó a follar con
todas sus fuerzas. Yo gemía de placer, cualquiera que hubiera pasado por aquella
planta nos hubiera oído. Me dejé follar por aquel chico tan tímido y tan mono con el
que había ido cuatro años a clase pero que apenas conocía. Me llevó al orgasmo
varias veces antes de correrse él dentro de mí.
Nos quedamos quietos después de eso, muy quietos, abrazados encima de la mesa. El
tenía los pantalones medio bajados y yo tenía las manos en su culo, un culo
espectacular que los pantalones esos que solía llevar disimulaban muy bien. A mí
todavía se me estaban contrayendo los músculos alrededor de su polla, que seguía
dentro de mi.
Cuando volvimos al despacho los dos estábamos sin aliento, despeinados y temblando
del placer de todo aquello. “¿Iba todo bien? Habéis tardado mucho…”

** Relatos publicados con el consentimiento de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial.

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