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Título: Miel y Canela - Autor: Maibotí

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Mensaje  Admin Miér Abr 07, 2010 8:52 am

Lorna jadeaba ―y mientras lo hacía― pensaba en lo profundo de su ser en las imágenes mentales del amante gitano que dejaba a lo lejos. A ese hombre guapo de piel caramelizada, ojos oscuros y cabellos resueltos. Ese hombre experto con el que tuvo un sólo encuentro casual a la salida de su comunidad autónoma, mientras se disponía a realizar faenas como emérita investigadora para la universidad en la cual trabajaba.
El mismo hombre que contactó en el metro, a su llegada a la otra localidad, quien la dejó estupefacta con su fornido cuerpo, brazos bien trabajados, piernas endurecidas, aplanado vientre, torso gigante y nalgas apretujadas en el pantalón, que con un simple fuetazo visual, le provocó salir a la loca que tenía por dentro. Ese hombre del que no tendría jamás una imagen fotográfica, pero que al recordarlo no podía evitar meterse las manos en su pubis y frotarse con los dedos y de manera circular su órgano de placer hasta alcanzar el orgasmo, fue el que le hizo comprender la diversificación cultural y sexual existente España. Esa mencionada diversidad que nunca antes había comprendido a pesar de haber vivido en el mismo país durante toda su existencia, que rondaba en unos treinta y pico de años.
―¡Lorna, Lorna, regresa!― ahora está muy lejos, escuchaba decir a su compañera de cuarto a su regreso de Galicia.
A pesar de que su amante no estaba en la realidad, a Lorna le había tomado mucho tiempo aceptar que el estudio había terminado. Razón por la cual, desde que había regresado, se encontraba muy triste y perdida. Soñaba constantemente con el gitano, quien para todos los efectos había sido su materia de estudio pendiente.
A pesar de que las primeras semanas el gitano se comportó como todo un caballero, cuando se dio por enterado de que a Lorna sólo le faltaban dos días para concluir la investigación de su pueblo, le demostró el sabor que le faltaba a la misma. Eso era el proceso de la corroboración absoluta…
Sin camisa, el gitano cruzó varias líneas profesionales entre Lorna y él mismo, cuya profesora además se perdió entre el éxtasis que el sujeto le proveía por el hechizo de la loca pasión momentánea. Mientras tenían una candente sesión amorosa, el sujeto le ilustraba la cultura, los gemidos, las posiciones y aquellos artefactos que utilizaban los de su gente para el placer y para su magia. Ciertamente el hombre poseía fuego en su mirada, un aura que irradiaba quemazón sobre la piel de la joven instructora y una candente voz seductora que resultó como magneto para ella. Éste llevaba en su pecho una diminuta cadenita de serpiente que hacía ademán de picar a la investigadora cada vez que se le acercaba más y más; y, ciertas hebillitas de la correa del pantalón que llevaba puesta el gitano, le golpeaban los muslos a Lorna, justo él cuando la trepó con fuerza sobre un taburete y empezó a conquistarle. Sus expresiones sinvergüenzas, incitaban pegarse a su extenso cuello sin contar con el aroma de jazmines que éste había tirado alrededor del cuarto donde era habitualmente entrevistado, lo que también le provocaba a ella a comerle su cuerpo.
Lorna que ya no estaba consciente por estar sumida en ardor, se dejó trabajar su cuerpo sin que faltase ni un sólo detalle. Finalizado el acto de la consumada fogosidad, durmieron abrazados los dos amantes por un prolongado momento, justo antes de que el hombre gentilmente le acompañara hasta el metro.
En resumen, antes de despedirse, el gitano le besó sus labios con calma, los cuales para Lorna tenían un confuso sabor a miel y canela. El camino se hizo rápido y al entregar los resultados de sus estudios, los detalles parecieron ser muy convincentes porque le ganaron más de un elogio. Pero cuando cayó la noche de ese mismo día, la profesora no paraba de tocarse. Así sucedió durante las próximas dos semanas donde sentía los olores y las formas diferentes desde su propia perspectiva. Asimismo, que ahora se encontraba más cándida y desinhibida.
¿Por qué negarlo? Ese hombre le había cambiado la monótona realidad a Lorna. A diario se desnudaba frente al espejo y veía su cuerpo diferente. A todos los efectos, luego de pasado unos cuantos meses de este hecho, la investigadora había tomado una mayor consciencia de su propia experiencia real y profunda. Por lo cual, cuando se decidió a volver a investigar otra región, se sentía más segura y firme dentro de su propia piel.


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