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Título: Tercera cita - Autor: Marilia

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Mensaje  Admin Miér Abr 07, 2010 10:32 am

Era la tercera vez que quedaban y ella tenía bastante claro que esta vez iría a por
todas. Se pasó toda la mañana arreglándose para él. Se alisó el pelo, se depiló, se probó
el maquillaje, la ropa… Y al final acabó duchándose para presentarse al natural, sin
maquillaje, con unos vaqueros ceñidos y una camiseta escotada, que dejaba al
descubierto la forma de sus pechos.

Había quedado en el mismo sitio de la primera vez, a sabiendas de que el piso de
él solo les quedaba a un paseo. Llevaba unos días bastante cachonda, tocándose de
noche y de día solo de pensar en él. Imaginando como sería tener sus manos sobre su
cuerpo, su lengua sobre su boca y todo lo demás que esperaba sentir. Y estaba decidida.
Esta vez se lanzaría. El primer día apenas se conocían aunque él había intentado un
primer acercamiento, y el segundo no habían tenido tiempo. Pero esta vez sería
diferente.

Como siempre, llegó cinco minutos tarde. Él ya la estaba esperando, nervioso.
Andaba de un lado a otro con el móvil en la mano. Se acercó y se dieron dos besos. Lo
había echado mucho de menos. Ya apenas podía recordar su cara del tiempo que hacía
que no se habían visto; pero allí estaban, otra vez juntos. Dieron una vuelta y hablaron
de nimiedades. Después se sentaron en un bar a tomar algo, uno frente al otro, y en los
pensamientos de ella se mezclaban tanto los paisajes que se imaginaba por lo que él le
contaba, como imágenes de ellos en la cama, y a veces se sonrojaba. Se había puesto un
amplio escote, y él no podía evitar que muchas veces se le fuera la vista mientras
hablaba. Tras un rato en el bar, él le propuso seguir dando una vuelta y caminando se
metieron en un parque. La noche cayó repentina, creando una intimidad en aquel parque
poco transitado. Ella armándose de valor le dijo que por qué no se sentaban un poco.
Ese era el momento, solo tenía que pegarse a él y besarlo, solo eso, para ver cómo
reaccionaba. Pero no fue capaz. Siguieron hablando hasta que ella sacó el móvil para
ver la hora. Movimiento que aprovechó él para pegarse a ella, y cuando levantó la vista
para seguir hablando, los labios de él rozaron los suyos. Sintió un primer impulso de
apartarse, pero no lo hizo. Cerró los ojos y dejó que él hiciera lo que ella no había tenido
el valor de hacer. Sus lenguas invadieron sus bocas y sus manos se pusieron en
movimiento para tocarse y abrazarse. La noche era cómplice de aquel esperado beso.

Se separaron un instante para coger aire pero enseguida volvieron a pegar sus
labios. Qué bien besaba, pensó ella. Se dejó llevar un poco más y notó las manos de él
en su cintura, instándola a que se subiera sobre él para estar cara a cara. Se sentó en sus
rodillas y siguieron besándose mientras él recorría su culo con las manos. Ella empezó a
notar el bulto que crecía entre sus piernas y sonrió. Provocándole le acercó los pechos a
la cara y él sintiendo su aroma dirigió las manos hacia ellos. Ella metió las manos bajo
la camiseta que él llevaba para tocarle el torso, y se dejó llevar en las atenciones que él
le daba. Se besaron hasta que ella dirigió la boca a su cuello y besándolo lentamente
llegó hasta el lóbulo de la oreja. Él se dejaba hacer, con las manos en el trasero de ella,
acariciándolo. Los dos estaban muy excitados, pero sabían que aquel no era el sitio para
eso. Se levantaron y se dirigieron al piso de él, cogidos de la cintura. Por el camino aún
se fueron excitando más. Llegaron al bloque y el ascensor estaba estropeado, así que
tuvieron que subir las escaleras, parándose en cada rellano de entreplantas para besarse
y tocarse, jugando a excitarse cada vez más. Al fin llegaron a la puerta de su piso y
abriendo la puerta entraron en el salón. Cerraron la puerta tras ellos y se fueron
directamente al sofá. La tumbó y se puso sobre ella, deshaciéndose el uno al otro de sus
ropas hasta acabar en ropa interior. Él se moría por palpar aquellos pechos y ella por
dejar libre lo que se escondía tras sus calzoncillos.

Bajaron un poco el ritmo. Tenían que ir más despacio o aquello acabaría
enseguida, y no era eso lo que ellos querían. Así que se tranquilizaron y se dedicaron a
explorarse el uno al otro. Él por fin contempló aquellos pechos que le volvían tan loco,
y ella recorrió cada centímetro de su trasero con la lengua. Le encantaban los culos
como el de él, tan redondos. Se levantaron del sofá y él la guió hasta el cuarto. Por el
camino ella lo puso contra la pared del pasillo y empezó a restregar su cuerpo con el de
él. Después él la puso contra la pared a ella y se agachó para besarla desde la punta de
los pies hasta los muslos, donde ella no le dejó llegar más allá. Llegaron a la habitación
y siguieron con los juegos y los tocamientos hasta que loco de placer, él no tuvo más
remedio que echarla sobre la cama y penetrarla de una manera salvaje. Ella gemía sin
parar. Un cambio de postura, ella a cuatro patas. Y siguió el sexo salvaje, primitivo. La
penetración era casi absoluta y los gemidos cada vez más audibles. Él estaba a punto de
llegar y ella lo sabía y se lo permitía. Los gemidos dejaron de ser solo de ella y pasaron
a ser también de él cuando ella lo tumbó sobre la cama y se puso a botar sobre él. Él la
agarró por el trasero para ayudarla en sus movimientos y quiso levantarla cuando supo
que iba a eyacular, pero ella no se quitó, sino que aceleró más el ritmo haciendo que él
se corriera en su interior gimiendo de placer. Y fue sentir aquel chorro caliente en su
interior y estallar en un orgasmo que la hizo caer hacia delante sobre él.

Descansaron un poco en la cama y después él se puso a acariciarla y a susurrarle
al oído lo que le había encantado aquello. Se incorporó un poco y empezó a besarla de
nuevo, esta vez empezando por los muslos. Ella se recostó y dejó que él la explorara,
cosa que él no desaprovechó y se fue directamente a lamer sus pechos hasta que
consiguió que sus pezones se pusieran duros para mordisquearlos. Aquello la puso aún
más cachonda y le dirigió una de sus manos a su sexo para masturbarlo mientras él se lo
hacía a ella. Él le facilitó el acceso y se puso en posición para poder atacar tanto los
pechos como el sexo de ella con la boca y con sus manos. Y esta vez con mucha
precisión exploró su sexo hasta entrarle cuatro dedos de su mano mientras hacía que su
clítoris creciera a ritmo de lametones. Aquel chico sabía lo que hacía, pensó ella
mientras llegaba a uno de los orgasmos más intensos de toda su vida.

Dispuesta a devolverle todo ese placer, hizo que él se recostara y ahora fue ella
quien le colmó de besos por todo el cuerpo dedicándose especialmente a recorrer su
sexo por completo, primero con besos y luego a lametones. Eso volvió a ponerlo a tono
y cuando ella quiso seguir besando su torso le agarró la cabeza y se la metió toda en la
boca. Así que como era lo que él quería, se dedicó plenamente a hacerle la mejor
mamada que había hecho nunca hasta hacerle estallar en su boca.

Abrazados en la cama hablaron de aquello y él le confesó que estaba enamorado
de ella. Que aquello no había sido solo sexo para él. Que desde que la conoció sentía
algo especial por ella. A modo de contestación por parte de ella hubo un largo beso y
muchas caricias. Tras las cuales se fueron a darse una ducha y a seguir jugando un poco
más antes de separarse.

En la ducha él le frotó todo el cuerpo con una esponja y con sus manos,
haciéndolo cuidadosamente en su sexo hasta conseguir arrancarle otro orgasmo. Y
dándole la vuelta y con un poco de ayuda del jabón y de sus dedos le abrió su culito,
virgen hasta el momento. Y después de sus dedos vino su miembro a ocupar el lugar y a
hacerla disfrutar más si cabía. Él empezó sus embestidas salvajes mientras ella se
agarraba donde podía y disfrutaba de cómo el agua le caía por sus pechos, excitando sus
pezones.

Salieron a cenar algo y él la acompañó a casa con la promesa de su amor eterno.

** Relatos publicados con el consentimiento de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial.

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